12/6/20

Tecnologías informáticas y telemáticas en tiempos de COVID19

La urgencia sanitaria producida por el COVID19 ha supuesto que el sistema educativo reaccionase, fundamentalmente dando protagonismo a las tecnologías informáticas y telemáticas con el objetivo de poder mantener la asistencia educativa al alumnado confinado en sus casas.

Ahora nos preguntamos si estas tecnologías han venido para quedarse. Desde mi punto de vista las tecnologías informáticas y telemáticas repercuten y repercutirán tanto en la actividad presencial como no presencial en los sistemas educativos. No sé si en un futuro muy próximo lo hará en los proyectos educativos, aunque creo que sería necio, al menos, el no contemplarlo.

Una enseñanza obligatoria a la que le cuesta adaptarse a los cambios ha tenido que hacerlo de forma traumática en muy poco tiempo y ha respondido con notable rapidez. Lo cual quiere decir que la necesidad obliga. Una vez más actuamos reactivamente cuando, quizás, deberíamos haber sido más proactivos.

Por ejemplo, sería muy importante contemplar diversos escenarios antes de que los alumnos vuelvan a las aulas después de un período de confinamiento:
En función de la gravedad sanitaria del momento, en función de los medios personales y materiales de cada centro, en función de las características del alumnado, en función del tratamiento psicoemocional por edades y grupos... saber qué puede hacer cada centro en función de diversos escenarios A, B, C... al inicio del curso, facilitaría mucho la previsión.
El problema es que noticias como, por ejemplo, esta, no ayudan a entender por qué las autoridades educativas no son más proactivas.

Volviendo a las tecnologías, el mero uso de las mismas no significa ni cambio, ni innovación ni transformación educativa.

Segun el diccionario de la RAE, innovar es mudar o alterar algo, introduciendo novedades.
¿Es necesario innovar siempre?. No, pero en determinados casos la innovación se hace necesaria.
En lo concerniente a la innovación educativa, desde mi punto de vista, ésta implica adaptación social y educativa, una especie de "reinvención" ante los cambios para que los procesos educativos puedan ejercerse de la forma más óptima posible.
Un ejemplo claro es la situación de confinamiento producida por el COVID19 que ha obligado a los centros a innovar para poder seguir manteniendo de otra forma la oferta educativa al alumnado.  Pero eso no implica que el profesorado haya cambiado su metodología, sino que solamente ha innovado para seguir haciendo lo mismo. En general, el profesorado que usaba exclusivamente el libro de texto lo sigue usando a través de Internet, y los que usaban metodologías más activas las siguen proponiendo a su alumnado a través de las redes. Es decir, innovar no presupone necesariamente ni cambiar ni transformar.
O lo que es lo mismo, innovar no es usar necesariamente una nueva metodología educativa X, sino utilizar fórmulas nuevas para problemas nuevos pero no necesariamente cambiando la forma de enseñar y aprender, y esta innovación puede ser duradera en el tiempo o transitoria. Un claro ejemplo de ello, como digo, es la utilización de la tecnología en la educación durante el confinamiento producido por el COVID19.

Los que piensen que el uso de la tecnología por parte de un gran número de profesorado durante el confinamiento por el COVID19 va a suponer una transformación educativa en el futuro están muy equivocados.
Transformar implica cambiar, supuestamente mejorando, pero no tiene por qué conllevar innovación.

Se puede transformar, y generalmente se transforma utilizando fórmulas clásicas, nada innovadoras, ampliamente conocidas, y que respetan, por lo general, el desarrollo del alumnado.

Hace muchos años que estoy muy involucrado con las tecnologías en la enseñanza, tanto formando alumnado como profesorado. Siempre he defendido su uso, especialmente por su efecto motivador y porque el alumnado y la sociedad en general las usan de forma generalizada y la escuela no debe, ni puede permitirse estar ajena a ello, especialmente porque el profesorado, desde hace ya bastante tiempo, no puede pretender ser detentor del saber sino un importante vehículo para que los alumnos accedan a la inmensa cantidad de información disponible de la manera más óptima y crítica posible, y la potencia de las tecnologías en estos procesos es incuestionable.

Ahora bien, puesto el acento en la importancia de la tecnología en la enseñanza, el acceso a la misma por parte del alumnado tiene que tener en cuenta dos aspectos fundamentales: primero el CUÁNDO y luego el CÓMO. La repercusión tecnológica en los procesos de enseñanza-aprendizaje va a ir en aumento de forma ineludible, esto es un hecho que se verá reafirmado en el tiempo. Las fuerzas que se puedan gastar en luchar en pro o en contra de las tecnologías deben emplearse en establecer cuándo usarlas, a qué edades y cómo.

El problema no está en si escuela tradicional o escuela de futuro, en si emplear las TICS o no emplearlas, la gran cuestión reside en respetar el desarrollo del alumnado. Y a partir de ahí tienen cabida tanto la escuela tradicional como las tecnologías.

Durante el confinamiento por el COVID19 se ha visto cómo profesorado, especialmente de los cursos más bajos de nuestro sistema educativo, mantenía tutorías telemáticas presenciales con sus alumnos, con amplia sensibilidad ante aspectos emocionales, con propuestas basadas en la toma de contacto constante con la realidad física para poder realizar en casa, con proyectos que, en muchas ocasiones surgieron a partir del propio alumnado y que tocaban distintas competencias y objetivos educativos, incluyendo, por ejemplo, el envio de videos donde mostraban el trabajo manipulativo realizado. Mientras, existía otro profesorado que se quejaba de que buena parte de su alumnado copiaba las tareas o las compartían entre ellos. Esto demuestra que no por innovar vamos a dejar de hacer lo que ya hacíamos antes.
También se puede transformar con la tecnología, o, por el contrario, se pueden enquistar actitudes no deseables.

Ahora bien, hasta la edad aproximada de 7 años la tecnología debe ser prácticamente ajena al alumnado. Podemos usarla como vehículo de conexión con la familia pero no como instrumento para el alumnado. En esa etapa vital el alumnado debe vivir con su cuerpo, con todos sus sentidos, los aprendizajes. Así lo corroboran multitud de investigaciones y estudios sobre neurodesarrollo infantil.

Progresivamente, de forma paulatina, y en función de los fines educativos de una escuela que debe plantearse claramente el desarrollo de las capacidades críticas del alumnado, a partir de los 8 años, el uso de la tecnología debe incluirse como un medio, una herramienta más para acceder a la información, y el profesorado debe ser el canal que facilite y acompañe el adecuado proceso de búsqueda de información veraz por parte del alumnado y el uso de la tecnología para la confección de proyectos enriquecedores que contemplen el abordaje de diversas competencias, pero todo ello teniendo en cuenta que los sentidos y el cuerpo como medios de percepción de la realidad son lo más importante en los procesos de aprendizaje y la tecnología no deja de ser una mera herramienta que puede ayudar en la búsqueda y el tratamiento de la información.

Hay dos premisas importantes a considerar acerca de la inclusión de las tecnologías en los procesos de enseñanza-aprendizaje. En primer lugar la formación de los maestros, una sólida formación psicopedagógica y sobre neurodesarrollo infantil que permita que se respete siempre el desarrollo del alumnado. En segundo lugar la posición de los proyectos educativos de las escuelas, libres de sesgos políticos y orientadas a mejorar la sociedad a través de la mejora de la capacidad crítica de sus ciudadanos.

Resumiendo, es evidente que necesitamos transformar la educación, y debemos hacerlo sin dar la espalda a la sociedad digital a la que pertenecemos, pero siempre respetando el desarrollo físico, psicológico, neurológico, emocional y sensorial de los niños y niñas.

Por: Roberto Maquieira García.

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