12/5/22

Forix y Loona: vida

Me encontré algunos de los cuentos que escribía para mis alumnos, hace ya tiempo. Los iré publicando periódicamente, por si a alguien le sirven como me sirvieron a mi:

 Forix y Loona: vida

Hace muchísimos años había en la Tierra animales que a nosotros hoy nos parecerían muy extraños, muchos de ellos todavía desconocidos. Uno de estos extraños animales es Forix. Forix es un cachorro de Novartrox, una raza parecida al tigre, solo que tiene manchas redondas de un color verde fosforescente por todo su cuerpo y en vez de garras tiene pies palmípedos, como los patos, que le permiten nadar con facilidad. No tiene pelo, sino una piel suave acostumbrada a vivir en el agua, en la que Forix se sumerge para obtener los peces de los que se alimenta. Su sistema de caza es muy sencillo: cuando tiene hambre se zambulle en el agua del lago próximo y las manchas verdes de su cuerpo, dotadas de una pigmentación fosforescente, emiten una luz que permite que pueda localizar a sus presas en las oscuras aguas. Solo los peces más viejos y que nadan a menor velocidad se van quedando atrás y esos son precisamente los que atrapa Forix con sus fauces. Nunca caza más peces de los que necesita para comer ya que sabe que no se moverán de ahí y los necesitará para comer en próximas ocasiones. Así pues, los peces más mayores se mueren para permitir que Forix pueda vivir.

Los Novartrox, la raza a la que pertenece Forix, pueden llegar a vivir más de 20 años. Pero presumiblemente existieron otros animales que vivieron muchos más años. Los Gandalas, por ejemplo, un animal muy parecido al oso, pueden vivir más de 40 años.

Los Gandalas tienen unas gruesas y musculosas patas que les permiten alcanzar grandes velocidades. Su cabeza es alargada, parecida a la de las jirafas, y su boca es larga también, con grandes fauces como las de los cocodrilos. Los Gandalas, al igual que los Novartrox, son carnívoros, pero no se alimentan de peces sino que su comida favorita son los Novartrox, a los que suelen cazar cuando se encuentran lejos del agua, ya que éstos, con sus patas palmípedas, no pueden correr muy rápido en tierra.

Loona es una cachorra Gandala de tiernos ojos verdes a la que le gusta hacer travesuras jugando a cazar lurios con sus fauces. Los lurios son unos insectos parecidos a los abejorros, pero con unas antenas el doble de grandes que su cuerpo y que sirven de alimento a los peces que saltan en los pantanos para atraparlos al vuelo. 

Un día Loona se acercó mucho al pantano persiguiendo a un lurio, y se cayó al agua. El problema es que los gandalas no saben nadar. Comenzó a gritar desesperadamente, pero pasaba el tiempo y nadie acudía en su ayuda. Cuando ya estaba resignada a morir ahogada en las frías aguas del pantano, notó como algo la iba empujando por la espalda hacia la orilla. Era Forix, que ayudándose de su cabeza e impulsándose con sus poderosas patas palmípedas, estaba empujando el pesado cuerpo de Loona hacia la orilla. 

Una vez en la orilla, y mientras Loona se recuperaba expulsando parte del agua que había tragado, Forix se escondió entre la maleza pues le tenía miedo a la cachorro gandala.

—Por favor, no me tengas miedo. Sal de tu escondite, solo quiero agradecerte que me hayas salvado —dijo Loona.

Forix salió muy lentamente de su escondite pero se quedó parado muy cerca del agua para zambullirse en el caso de que Loona decidiese atacarle.

—Mi nombre es Loona. ¿Cómo te llamas?

—Me llamo Forix.

—¿Por qué me has salvado, Forix? —preguntó Loona con mucha curiosidad.

—He visto que eras muy joven como para servir de comida a los peces carnívoros, aunque la verdad es que iban a tener comida para mucho tiempo —le respondió Forix con sarcasmo.

—Has sido muy valiente, —le respondió Loona entre carcajadas—, pero has de saber que los gandalas somos carnívoros y vosotros sois nuestra principal fuente de alimento.

—Lo sé, por eso tenía miedo —respondió Forix.

—Gracias, Forix. Nunca olvidaré lo que has hecho por mí —dijo Loona.

Pasados unos años, Forix, ya mayor, se encontraba un poco alejado del pantano, buscando un nuevo escondite para su pareja y sus cachorros cuando, de repente, se encontró rodeado de cuatro gandalas que le venían siguiendo la pista y lo acechaban para comérselo. Durante unos segundos antes de lo que ya parecía su muerte inminente, fijó su mirada en los ojos de los gandalas y vio unos hermosos ojos verdes que le resultaron familiares, ¡era Loona!

La impresionante figura de Loona se puso delante de Forix y se encaró con los otros tres gandalas que les rodeaban, gruñendo. ¡Había reconocido a Forix!

—Hoy comeremos novartrox, pero no va a ser este, al menos si yo puedo impedirlo —dijo Loona con mucha energía.

Los otros gandalas se miraron unos a otros con cara de incredulidad y avanzaron amenazadoramente hacia Loona y Forix.

De un zarpazo, Loona tiró a dos de los gandalas al suelo mientras le dijo a Forix:

—¡Corre sin parar hacia el pantano!

Forix corrió tan desesperada como torpemente a causa de sus patas palmípedas, mientras escuchaba los rugidos de Loona peleando con sus compañeros.

Una vez a salvo en las aguas del pantano, Forix se preguntaba qué habría sido de Loona.

Pasaron los años y llegaron tiempos de sequía y hambre en el planeta. Los cachorros de Forix se hicieron mayores y Forix había perdido toda la fuerza de su juventud.

Era ya muy mayor pero no quería morirse sin haber visto a Loona por última vez para poder agradecerle que le hubiese salvado la vida y haber podido así alimentar a sus cachorros. 

Los gandalas podían vivir el doble de tiempo que los novartrox por lo que Loona era probable que tuviese cachorros muy pequeños.

La buscó por las cercanías de todos los pantanos pero no la encontraba. Pasaron los meses y ya estaba resignado a morirse, hasta que un día, agazapado detrás de unas rocas, descubrió una gruta entre unos arbustos de la cual salían unos pequeños gandalas muy delgados y enfermos. De repente, con paso muy lento, la imponente figura de un gandala adulto se apreció entre los árboles.

—Hijos, os he dicho que no salieseis de la gruta, cualquier depredador os podría comer.

—¡Pero es que tenemos hambre, mamá! —gritaron al unísono los pequeños gandalas.

Cuando, desde su escondite le miró a los ojos a la mamá gandala, unas lágrimas comenzaron a resbalar por las fauces de Forix. Aquellos ojos verdes eran inconfundibles. ¡Era Loona!

Con paso lento, como corresponde a un novartrox anciano, se acercó a la familia gandala. 

En cuanto lo vieron, los cinco débiles cachorros gandalas se abalanzaron sobre Forix, que se quedó inmóvil mientras las fauces de los pequeños gandalas se lo iban comiendo poco a poco.

Mientras miraba los ojos sonrientes de Forix, de los ojos verdes de Loona brotaron lágrimas de agradecimiento y admiración. Forix la miraba con ternura y agradecimiento hasta que cerró para siempre sus ojos con una complaciente sonrisa en su cara.

Autor: Roberto Maquieira García

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